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POESÍA CONECTADA (I)
 
“Antes de que el mundo existiera,
viña, racimo o uva,
nuestra alma estaba embriagada
de vino inmortal.”
Ibn al Farid.


No recuerdo cuándo empecé a escribir. Lo que sí recuerdo es la necesidad, me atrevo a decir que desde el momento de mi nacimiento, de hacerlo.
De dar forma a lo que veía fuera y cómo eso transformaba mi interior y mi interior transformaba eso.
Dar voz a lo que en mi interior bullía y se proyectaba fuera.

Siempre lo he vivido, y lo vivo, como una alquimia, cada vez más consciente.

Alquimia: una palabra que siempre ha resonado en mí, que siempre movía algo cuando se hacía presente, aunque a esa temprana edad, no entendiera bien su significado, siempre movía. Y cada vez entiendo más por qué eso era así.

Esa “disolución alquímica” que el filósofo místico judío Abulafia entendía como la etapa consistente en desembarazarse de las trabas de tipo mental y psicológico que imposibilitan el libre desarrollo de las facultades superiores del Ser.

Y, claro, es inevitable. Mi poesía ha evolucionado conmigo. Así como conmigo ha evolucionado mi mundo, mi forma de verlo y desde dónde.

Ha dado, como yo, el mismo salto a lo que parecía el vacío. El mismo salto de conciencia. Un salto no sólo de abajo hacia arriba, no sólo de un lado hacia el otro. También un salto de una dimensión a otra.
No es que hayamos recorrido caminos paralelos, semejantes aprendizajes en senderos aislados pero parecidos. Hemos recorrido el mismo camino, ese camino que tan bellamente nombró el maestro y poeta Zen Taisen Deshimaru en uno de sus poemas:
“el camino está bajo nuestros pies”.

Y es normal, mi poesía y yo somos Una, distinta forma del mismo Ser.

En mi primera etapa como poeta, mi poesía era puro fenómeno. Esa creatividad que, ahora entiendo, siempre ha sido divina, se valía de la experiencia para estar ahí. Ese “lo que no está en plena calle, es falso, inventado, es decir, literatura” de Henry Miller.

Reflejaba lo que en ese momento ocurría en mi entorno. Una poesía muy observadora. Una poesía del aquí y del ahora… pero sin consciencia.

Ahora, cuando conecto con ella es diferente. Me trae otras miradas y percepciones, me las trae desde otro sitio.

En realidad, he aprendido que no es una poesía distinta. Simplemente soy consciente de esa característica Divina y Esencial de la creatividad.

Del origen nuclear en el Ser y en el Cosmos de todos y cado uno de los versos. La diferencia está en ser o no consciente de eso.

“Querer ir más allá de la frontera que nos impone el tiempo y el espacio, escudriñar aquella grieta por donde se filtran los soplos inaprensibles del misterio ha sido, en todas las culturas, la tarea de los poetas y de los santos.” Cristine Kauffman.

Estar conectado es vivirse como parte de la Unidad y, a la vez, como Todo indivisible.

En realidad, uno no puede no estar conectado, no hay un estado de no-conexión.
Un estado de aparente no conexión es, simplemente no saberse conectado. Navegar en las olas del pensamiento y no sentir el mundo bajo tus pies y el cielo que te cubre. Es perderse en la ilusión de los fenómenos y no ser consciente de todo ese océano de Ser y creación más allá de las formas. Esa fuente de Amor que está más allá de los árboles y es los árboles, más allá de mi piel y es mi piel, más allá de unos pasos y es unos pasos, que está más allá del Cosmos y es el Cosmos…

“Dios no está en las palabras. Dios ES las palabras.”

La poesía conectada es eso, ser consciente de nuestra conexión con lo Grande, con la Fuente de Amor y Consciencia, con esa perla que tenemos detrás del ombligo, vivirla y manifestarla.

Somos los 10.000 seres de la no-dualidad. La poesía conectada es los 10.000 seres que brotan de nuestro Ser.

El objetivo, la intención de todo buscador y poeta es descubrir la Verdad y unirse a ella, en este caso con ese cordón de palabras en línea directa con lo Absoluto.

“La más bella emoción que podemos tener es la mística. Es la fuerza de toda ciencia y arte verdaderos.
Saber que existe lo que para nosotros es impenetrable, manifestándose como la más alta sabiduría y la más radiante belleza, que nuestras pobres facultades sólo pueden entender en sus formas más primitivas - este conocimiento, esta sensación- está en el corazón de nuestra verdadera espiritualidad (…) Un ser humano es parte del Todo.” Albert Einstein.


Cambian de color

Ha dejado de llover,
el sol aparece tímidamente
entre las nubes.

Suspiro hondo al comprender
las etapas del camino.

Sin pretensión
acepto con ligereza
la aventura del cambio.

El regalo de la incertidumbre.

Observo cómo caen las gotas
de la gardenia en flor
y de las hojas del limonero,
y comprendo
que cada tramo tiene su color,
con atención en un disfrute continuo.

Mientras tanto,
el sol sale tímidamente
cambiando de color
las gotas sobre el limonero.

am


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